La importancia de la fuerza en el proceso de entrenamiento.

martes 22, julio, 2008

Introducción.
Debido a la profesionalización de los deportes, los avances en el campo de la preparación física han sido vertiginosos en los últimos 50 o 60 años. En este ámbito superprofesional, sustentado por empresas que actúan como sponsors y demandan resultados exitosos, la exigencia ha ido en aumento y la competencia ha resultado cada vez más pareja entre los atletas. Para poder sobrellevar esta exigencia y diferenciarse del resto de los competidores, ha sido necesario poseer altos niveles de fuerza.
Todavía hoy se suscitan dudas entre los profesionales del entrenamiento sobre qué es lo que se debe hacer para lograr aumentar la fuerza de los atletas y qué tipo de fuerza es necesario desarrollar. Algunos entrenadores continúan utilizando el punto de vista del fisicoculturismo, mientras que otros, aplican un enfoque más moderno, acorde con las necesidades de cada deporte. Está claro a estas alturas, que los principios en los que se basa el fisicoculturismo, no poseen aplicación en el entrenamiento de atletas de alto rendimiento puesto que en los deportes de situación se utilizan tiempos de aplicación cortos y tensiones musculares altas o máximas.

Tipos de fuerza.
Entre los distintos tipos de fuerza consideraremos a la fuerza máxima, a la fuerza-potencia y a la fuerza-resistencia.
Los dos últimos tipos de fuerza se basan en la fuerza máxima. Para obtener mayor fuerza potencia o fuerza resistencia, se deberá entrenar la fuerza máxima, donde se producirá un reclutamiento mayor de unidades motoras que en los otros tipos de fuerza. (una unidad motora es un grupo de fibras inervada por una motoneurona), por lo que es paso obligado en el ordenamiento de las capacidades del entrenamiento.
En la actualidad, prácticamente no quedan entrenadores que utilicen la fuerza resistencia como un medio para aumentar la fuerza de los atletas.

Las diferencias fundamentales entre los distintos tipos de fuerza radican en:

1- el tipo de fibra muscular que realiza el esfuerzo y sus características.
2- el tipo de esfuerzo que se puede realizar.
3- el tiempo de aplicación de la fuerza o tiempo que se tarda en ejecutar un determinado ejercicio.
4- la intensidad de entrenamiento o tensión muscular que permite desarrollar ese tipo de fuerza.
5- el sistema energético predominante en el esfuerzo.
6- el volumen de entrenamiento a utilizar.
7- el efecto de entrenamiento.
8- el gasto energético necesario para llevar a cabo el esfuerzo.
9- el estímulo o señal que el cerebro se ve obligado a enviar para realizar el esfuerzo.

Al ejecutar ejercicios de fuerza, a medida que se incrementan las cargas de trabajo, aumenta la tensión muscular pero la velocidad de ejecución y el tiempo de aplicación de la fuerza disminuyen. La gran mayoría de los ejercicios de sobrecarga cumplen con esta premisa. Esto confirma la Ley de Hill en la que se expresa que a medida que la tensión muscular aumenta debido al incremento de las cargas, hay una disminución en la velocidad de ejecución o tiempo de aplicación de la fuerza.
Esto es irrefutable para la mayoría de los ejercicios de fuerza. Así, en la ejecución de un press de banca, la velocidad de ejecución irá disminuyendo al pasar de una intensidad del 50% al 60, 70, 80, 90 y 95%, tardándose en ejecutar esta última unos 5 o 6 segundos.
Sin embargo, los ejercicios derivados del levantamiento olímpico, el envión y el arranque llamados dinámicos, no se adaptan a la Ley de Hill, por lo que es posible generar tensiones musculares máximas con velocidades máximas. El tiempo de aplicación de estos ejercicios, realizados con tensiones máximas, puede rondar los 200 a 900 milisegundos.
En el deporte de alto rendimiento es fundamental expresar tensiones máximas en tiempos de aplicación cortos y no es tan importante el nivel de fuerza máxima que se pueda alcanzar.
Esta capacidad depende del reclutamiento y de la sincronización de unidades motoras. Reclutar unidades motoras es uno de los objetivos fundamentales del entrenamiento.
La sincronización es la contracción simultánea de las fibras musculares por parte de las unidades motoras. Los individuos poco entrenados carecen de sincronización y esto podemos notarlo al hacerles ejecutar algún test de fuerza máxima: se producirá en ellos un temblor fisiológico que es característico.
En cambio, al ejecutar una acción en un tiempo de aplicación reducido este temblor no se producirá y el resultado será que la unidad motora que no sincronice simplemente no sumará su fuerza y la acción perderá potencia.
La ejecución de esfuerzos cortos con tensiones máximas y los movimientos explosivos están a cargo del mejoramiento de la sincronización de unidades motoras.

El científico Yuri Verkhoshansky, graduado del Instituto Central de Entrenamiento Físico de Moscú planteó en la década de 1950 la pirámide de alto rendimiento. Esta pirámide expresa que el alto rendimiento deportivo está constituido por la capacidad de realizar gestos deportivos de calidad y de repetirlos la mayor cantidad de veces posible.
Esto es posible debido a la coordinación de las tres valencias basales de la pirámide: velocidad, fuerza y resistencia. La fuerza se ubica de manera central en la base de la pirámide por ser un agente fundamental para el desarrollo de las demás valencias, como la velocidad y la resistencia.
La potencia, siendo un tipo de fuerza, es la capacidad de realizar un trabajo en el menor tiempo posible y depende directamente de la fuerza y la velocidad. En términos de entrenamiento, el individuo fuerte no es necesariamente veloz, pero uno veloz es, sin dudas, fuerte.